domingo, 10 de fevereiro de 2013

tres años

Podría describir cómo si hubiera sido ayer ese período de tiempo que en el calendario romano consta como entre el nueve y el diez de febrero del dos mil diez. Sé lo que tenías puesto  porque yo misma lo quité de ti pasado no más que una media hora. Llegué a tu habitación con muchas ganas, eso es lo que más tengo fresco en mi memoria. Y también la canción que me cantaste. Cambiaste "salsa" por "samba" en La Flaca y ya, me ganaste. Bueno, ya me habías ganado un par de meses antes, me ganabas madrugada tras madrugada, mientras hablábamos de todo lo que se podría hablar; del universo, de nosotros. Del universo de nosotros. Y nos besábamos con tanta sed... nos emborrachábamos de tanta saliva compartida. Íbamos al cielo y al infierno a la misma, sin nunca saber equilibrarnos, en verdad creo que éramos la razón para el desbalance que sufríamos. Yo temblaba en tus brazos, te pedía que no me soltara, me daba vértigo la idea de no tener tus manos en vuelta de mi cintura. Tu me mirabas bien fondo en los ojos y descubría secretos que ni siquiera yo me había enterado. Aprendimos uno al otro cada noche, pero esa... ah, esa. En esa noche no hubo los ruidos de afuera. No había ni pasado ni futuro. Solo lo que había en aquel cuarto de luz anaranjada era la materialización de un sentir que no lográbamos explicar. En falta de léxico apropiado, nombramos lo que hubo de amor.

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